Pasar al contenido principal

Historia de Chile a través de documentos del Archivo Nacional

Solapas secundarias

Conquista y Colonia: primeros documentos escritos de la historia de Chile


Tal debía ser la preocupación de Pedro de Valdivia ante la pérdida de los documentos que testificaban materialmente la fundación de Santiago y otros actos administrativos a raíz del ataque del cacique Michimalonco, que no dudó en exigirle a su escribano Luis de Cartagena que reescribiera las actas destruidas.

Nació así, en 1544, el primer documento escrito dentro de los territorios que más tarde constituirían Chile, trasladándose con ello la tradición española de plasmar en papel y a través de la escritura los hechos que, a ojos de los nuevos gobernantes debían quedar estatuidos en letras para asegurar la continuidad del nuevo sistema económico y social por ellos liderado.

Desde entonces y durante trescientos años el Estado español fue celoso del registro de sus resoluciones, siendo el papel el principal medio de comunicación entre la Metrópoli y sus colonias.

La Real Provisión otorgada par el Rey de España, que concedió el título de ciudad a Santiago del Nuevo de Extremo, el 31 de mayo de 1552, es ejemplo de ello.

Junto a estos dos textos, se encuentran las crónicas que son testimonios escritos por militares y sacerdotes que narran la conquista española, la geografía y las costumbres de los pueblos originarios que habitaban estos territorios.

La Crónica del Reino de Chile de Pedro Marino de Lobera es una de las primeras narraciones sobre la construcción de la sociedad colonial.

Marino de Lobera fue un militar que sirvió bajo las órdenes de Pedro de Valdivia, Francisco de Villagra y García Hurtado de Mendoza desde 1551 en adelante.

Sus últimos años de vida los pasó en Lima, período en que redactó su crónica en homenaje a García Hurtado de Mendoza. En ella describió el reino de Chile destacando la "ferocidad de sus naturales", la riqueza de sus yacimientos mineros y las vicisitudes de la conquista.

En el siglo XVII el sacerdote jesuita Diego de Rosales escribió la Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano, que comenzó a redactarse desde mediados de ese siglo.

Esta crónica cubre los primeros reconocimientos del territorio por Diego de Almagro y Pedro de Valdivia, describe a los pueblos originarios, el levantamiento mapuche de 1598, continúa con los hechos conocidos como la guerra defensiva, los parlamentos de Quilín, concluyendo con la rebelión mapuche de 1655-1656.

El Cautiverio Feliz, del maestre de campo general Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán fue escrita en 1673. Su autor fue hecho prisionero par los mapuches en 1629 con ocasión de la batalla de Las Cangrejeras, viviendo entre ellos por varios meses.

Denominó su estadía entre los mapuches como un cautiverio feliz, pues en ese tiempo apreció y aprendió de las costumbres, fiestas, juegos, vida cotidiana, sistemas de guerra, industria y organización política del pueblo mapuche. Según sus palabras: "los indios aunque bárbaros, saben ser humanos y agradecidos".

La Ejecutoria de Hidalguía de Antón de Azoca de 1538, refleja la aspiración de ascenso social de los conquistadores.

En este manuscrito se hacen saber los servicios prestados por los antepasados de quien solicita la certificación de hidalguía, que consisten en acciones militares, políticas y de adelanto material en beneficio del poder político local y de la monarquía.

El segundo es el Testamento de Catalina de los Ríos y Lisperguer del 16 de enero de 1665, en el que se presentan los descargos materiales y espirituales de la llamada Quintrala, según era la usanza de la época.

Finalmente, en esta selección se incluye un grupo de documentos que reflejan las obras arquitectónicas e ingenieriles más representativas del siglo XVIII. Estas construcciones surgieron por efecto de las nuevas políticas públicas instauradas por la dinastía borbónica.

El objetivo era urbanizar el territorio comprendido por la Capitanía General de Chile a través de la fundación, refundación y re poblamiento de cerca de cien ciudades; y del mejoramiento de su conectividad.

Testimonios de esta voluntad son la serie de planos que se conservan en el Archivo, como los de Copiapó correspondiente a 1745 y del Obispado de Concepción de 1752.

Santiago concentró las obras arquitectónicas y de ingeniería de mayor envergadura, como los Tajamares y el puente Cal y Canto.

El puente de Cal y Canto se inició el 22 de septiembre de 1772 y su entrada en servicio data de 1778.

La construcción del los Tajamares comenzó bajo el gobierno de Ambrosio O'Higgins en 1791. Sus muros fueron una segura contención de las aguas del Mapocho, lo que permitió - entre otras ventajas- que los terrenos adyacentes se transformaran en el "paseo de los Tajamares", lugar de esparcimiento de varias generaciones de santiaguinos.

La distribución espacial de la ciudad de Santiago está reflejada en un plano de 1793.

La Real Casa de Moneda, actual palacio de gobierno, es obra del arquitecto italiano Joaquín Toesca, cuyos planos datan de 1782. La obra fue inaugurada en 1805, durante el mandato del gobernador Luis Muñoz de Guzmán.

El Auto de erección de la Real Universidad de San Felipe del 28 de julio de 1738 agrega a esta selección documentos sobre la creación de la primera universidad en tierras chilenas. Sobre la tradición de esta institución se fundó en el siglo XIX la Universidad de Chile.

Temas relacionados